jueves, 14 de agosto de 2025

⚡¿Cómo Changó se volvió inmortal y sorprendió a todos?

“Dicen que la muerte es el fin de los hombres, pero para aquellos tocados por el fuego del destino, la muerte es solo un paso hacia la eternidad. Así fue como Changó, el rey invencible, trascendió la carne para convertirse en rayo y Orisha eterno.”

El reinado de Changó alcanzó tal esplendor que su poder comenzó a despertar temores incluso entre los propios Orishas. Rumores de traición comenzaron a susurrarse en los corredores del palacio y en los portales de las ciudades aliadas. Aquellos que envidiaban su fuerza conspiraron para acabar con él. En uno de los momentos más oscuros de su vida, Changó fue traicionado por quienes menos esperaba. Las crónicas narran que una rebelión estalló en su ausencia y que, al regresar, encontró su trono asediado.

Enfrentado a la traición y al acecho de la muerte, Changó comprendió que su poder debía transformarse para sobrevivir. En una noche de lluvia incesante, abandonó su palacio y subió a lo alto de una colina. Desde allí, alzó su hacha al cielo, invocó el fuego y el trueno, y ofreció su cuerpo a los elementos. Un rayo descendió y lo envolvió en un resplandor cegador. Cuando la tormenta se disipó, solo quedó el eco del trueno y el aroma del ozono en el aire: Changó ya no estaba entre los hombres.

Los enemigos celebraron, creyendo que habían eliminado al rey. Pero pronto descubrieron su error: cada vez que las nubes se reunían y los truenos retumbaban, la voz de Changó resonaba entre los cielos. Cada relámpago que partía la noche era su furia incontenible. Changó no había muerto: se había convertido en el Orisha del rayo, dueño del trueno, espíritu inmortal que vigilaría su pueblo por toda la eternidad.

Así comenzó el culto a Changó como Orisha: sus hijos espirituales continuaron invocándolo en altares de madera y piedra, colocándole velas rojas y blancas, ofreciéndole manzanas rojas, tambores, aguardiente y sacrificios en los días sagrados. Los tambores batá no solo recordaban sus hazañas, sino que lo llamaban para que descendiera a la tierra y hablara a través de sus elegidos.

De África, la devoción por Changó cruzó el Atlántico en los barcos de los esclavizados. En cada latigazo, en cada lágrima, los hijos de Changó llevaban la certeza de que su padre del trueno los acompañaba. Así llegó a Cuba, Brasil, Haití y otros rincones del Caribe y América, donde su nombre volvió a retumbar como en los tiempos de Oyó. En los cabildos y barracones, su ritmo seguía vivo, enseñando a resistir y a alzarse contra la opresión.

En sus hijos, Changó sembró enseñanzas que trascienden el tiempo:
🔥 Que la pasión debe ser defendida con valentía.
🔥 Que la justicia no conoce el miedo.
🔥 Que el fuego que llevamos dentro puede iluminar o consumir, según la fuerza de nuestro corazón.

Hoy, cada vez que una tormenta hace temblar los techos, los creyentes alzan su voz:
“Kabiosile Changó, rey eterno, dueño del trueno, padre del fuego.”
Y al hacerlo, recuerdan que Changó es más que un mito: es la fuerza que nos impulsa a enfrentar la injusticia, a amar con intensidad y a vivir con un coraje que trascienda los siglos.

La inmortalidad de Changó se manifiesta en los truenos, pero también en cada acto de dignidad y resistencia de sus hijos. Porque mientras haya quienes se levanten ante la adversidad con fuego en el pecho, Changó seguirá vivo.

“Changó no murió. Changó es la tormenta que limpia, el fuego que renueva, el tambor que une, el trueno que anuncia que el espíritu jamás será encadenado.”

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