miércoles, 13 de agosto de 2025

Cuando Ogún vivió en Irè… y cambió la historia

En el corazón de la espiritualidad yoruba hay ciudades que no son solo espacios geográficos, sino guardianas de un poder ancestral. Entre ellas, Irè, la cual resplandece como un lugar donde la historia y lo divino se entrelazan. Sus caminos parecen hablar, sus piedras guardan la memoria de batallas y trabajos forjados en hierro.
Para los devotos, Irè no es simplemente una ciudad; es tierra sagrada de Ogún, el Orisha guerrero dueño del hierro del trabajo y de la victoria. Se dice que allí vivió, trabajó y dejó una huella imborrable, al punto que cada rincón parece estar impregnado de su ashé.
Según la historia, cuando Ogún llegó a Irè encontró un pueblo que vivía bajo el miedo constante a la invasión de enemigos. Sus habitantes carecían de armas, defensas y organización. La tierra era rica, pero no había quien supiera extraer su fuerza.
el orisha con su naturaleza incansable, vio en ese lugar un terreno fértil para desplegar su poder. En poco tiempo forjó herramientas, entrenó guerreros, levantó murallas y enseñó la disciplina del trabajo. Su energía no solo protegió la ciudad, sino que la transformó en un bastión respetado y temido. Desde entonces, Irè es reconocida como un santuario vivo donde el hierro y la victoria se mantienen unidos y este patakí da fé de ello:
Cuenta la leyenda que, en tiempos antiguos, Irè era un pueblo pequeño, rodeado de selva y vulnerabilidad. Cada temporada de guerra traía consigo saqueos y destrucción. Un día, un hombre alto y de mirada penetrante llegó con un machete que brillaba como el sol. Sin decir su nombre, pidió quedarse y trabajar.

Con paciencia y fuerza, forjó armas y herramientas. Enseñó a cultivar la tierra y a defenderla. Construyó defensas de hierro y preparó a los jóvenes para la guerra. Cuando finalmente llegó el ataque de los invasores, fue él quien encabezó la defensa. Su machete abrió paso entre los enemigos y, bajo su mando, el pueblo obtuvo una victoria aplastante.
Al revelarse su identidad como Ogún, el pueblo lo honró como salvador. Antes de partir, el prometió:
“Mientras el hierro brille y el trabajo sea honrado, mi bendición permanecerá en Irè”.
Desde entonces, su ashé quedó en la ciudad, protegiendo a quienes trabajan y luchan con honor.

esta historia toma Relación con el Odún de Ifá: Ogunda Iroso.
En los oráculos de Ifá, este Odún habla de quien carece de rumbo y necesita guía para encontrar el camino correcto. Simboliza la transición de la incertidumbre hacia la claridad, de la vulnerabilidad hacia la fortaleza, y la enseñanza se refleja en la historia de Irè: antes de Ogún, era un pueblo sin dirección ni protección; después de su llegada, se convirtió en una ciudad férrea y victoriosa.
El mismo Odún enseña que la verdadera fuerza viene de cumplir con el propósito original de cada ser. Esto se conecta con otro patakí donde Ogún quiso ser Awó, es decir sacerdote y Orunmila le recordó que su camino era el hierro y la guerra. Volviendo a su esencia, el orisha desplegó su poder real.
Así, Irè es el espejo del mensaje de Ogunda Iroso: cuando un pueblo o una persona se alinea con su destino verdadero y recibe la guía correcta, alcanza el Irè, la bendición y el éxito.

Hoy en día Irè sigue siendo un lugar de peregrinación para quienes veneran a Ogún. Los devotos acuden con ofrendas como ñame, frijoles, vino de palma y animales de sacrificio. Allí se entonan cantos y toques de tambor que invocan la energía guerrera del Orisha, pidiendo protección, fuerza y victoria, por eso Quien busca en Irè la energía de Ogún, busca también la claridad para abrir caminos y la valentía para mantenerlos.
y este es el Rezo tradicional a Ogún desde Irè:
Ogún akiré, alagbedé okó, olú irín,
Baba mí, abre mi camino con tu machete de luz,
Que en mi vida haya victoria,
Que mis pasos sean firmes y mis manos fuertes,
Que el Irè de tu ciudad sagrada sea también el Irè de mi vida.
dice un antiguo refrán: “Quien honra a Ogún en Irè, camina con hierro en la mano victoria en el corazón y bendición en el destino.”

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